Estados Unidos: la irresistible llegada de la recesión. Acaba
de ser conocida la cifra definitiva del crecimiento de la economía de los Estados Unidos durante el primer trimestre de 2007. El dato inicial evaluado en un 1,3 % anualizado ha sido reducido al 0,6 %. Se trata de la tasa más baja de los últimos cuatro años que confirma la tendencia a la desaceleración ya iniciada en el último trimestre de 2006.
Cuando en febrero de este año Alan Greenspam, ex titular de la Reserva Federal, anunció la posibilidad de que los Estados Unidos entren en recesión antes de fines de 2007 [su observación coincidió con el derrumbe bursátil desatado por la caída de la bolsa de Shangai] llovieron los desmentidos de expertos y autoridades monetarias de los países centrales. Pero la realidad no puede ser exorcizada con manipulaciones mediáticas, la acumulación de déficits, la degradación del dólar y sobre todo el desinfle de la burbuja inmobiliaria hacían inevitable el desenlace.
La burbuja inmobiliaria, pieza maestra de la estrategia económica de la administración Bush junto a la avalancha de gastos militares [con la locura militarista que la acompañó] y las reducciones fiscales; consiguieron sacar a la economía estadounidense del estancamiento inflando un consumo no respaldado por el desarrollo productivo local [la decadencia del sistema industrial norteamericano ya lleva muchos años].
Se sumaron las deudas internas y externas, los créditos fáciles, en especial los destinados a las viviendas crecieron de manera desmesurada, el déficit energético se expandió... hacia finales de 2006 la deuda total estadounidense [pública, empresaria y personal] llegaba a los 48 billones de dólares: más de tres veces el Producto Bruto Interno norteamericano y superior al Producto Bruto Mundial. Las deudas con el exterior trepaban a 10 billones de dólares... la cuerda no podía ser estirada indefinidamente.
Todo malLa estrategia del gobierno de Bush puede ser sintetizada como la combinación de dos operaciones que apoyándose mutuamente deberían haber relanzado y
consolidado el poderío imperial de los Estados Unidos: la expansión rápida de una burbuja consumista-financiera para producir un fuerte despegue económico asociada a una ofensiva militar sobre Eurasia que le daría la hegemonía energética global y desde allí la primacía financiera arrinconando a las otras potencias [China, Unión Europea, Rusia]. Apostó a partir de 2001 a una contundente victoria de sus fuerzas armadas que le permitiría controlar militarmente la franja territorial que va desde los Balcanes en el Mediterráneo Oriental hasta Pakistán, atravesando Turquía, Siria, Irak, Irán, la ex repúblicas soviéticas de Asia Central, la Cuenca del Mar Caspio, Afganistán, tapizándola de implantaciones militares que vigilarían una complejo abanico de protectorados. Los preparativos de la ofensiva se habían desarrollado a lo largo de los años 1990 bajo gobiernos republicanos y demócratas: la primera Guerra del Golfo, los interminables bombardeos sobre Irak durante toda la década, la guerra de Kosovo. Se trató de una 'política de estado' que incluyó a los dos partidos gobernantes y al conjunto del sistema de poder. Ellos sabían que la burbuja económica lanzada paralelamente a la ofensiva militar no podía sostenerse mucho tiempo, los desajustes financieros se acumularían y la burbuja de créditos apuntalando la especulación inmobiliaria terminaría por desinflarse: 2005- 2006 aparecía como una barrera temporal infranqueable. Pero en ese momento, apostaban los halcones, la victoria militar del Imperio permitiría redefinir las reglas de juego económicas del planeta, los cowboys del Pentágono llagarían justo a tiempo para auxiliar a los magos de las finanzas. Pero todo salió mal; los cowboys se empantanaron en Irak, la ofensiva fulminante sobre Eurasia fracasó en la primera batalla importante, mientras tanto el globo especulativo entro en crisis y ningún puño de hierro pudo salvarlo.
Señal de alarma, desaceleración, interrogantes. Desde 2005 expertos de muy diverso signo ideológico comenzaron a alertar acerca del próximo desinfle de la burbuja inmobiliaria, en agosto de ese año 'The Economist' señalaba las consecuencias mundiales de la inevitable contracción del globo especulativo [1]. Pero en los Estados Unidos, donde la brecha entre los préstamos inmobiliarios y los ingresos personales crecía sin cesar, la fiesta financiera siguió imperturbable a las alertas dictando el ritmo de las otras potencias económicas, el contagio llegó a regiones muy extendidas de la periferia.
Finalmente en 2006 los precios de las viviendas comenzaron a descender, la burbuja estadounidense se contraía inexorablemente, a partir de ese momento su impacto negativo sobre la demanda y luego sobre el conjunto del Producto Bruto Interno era solo cuestión de tiempo.
Hacia fines de 2006 aparecieron los primeros síntomas de desaceleración económica que se tornaron dramáticos durante el primer trimestre de 2007. En febrero se produjo un sacudón bursátil internacional afectando en primer lugar a China, país extremadamente dependiente de la capacidad de compra del mercado norteamericano. Ahora al promediar el año 2007, independientemente de altibajos y efímeras recuperaciones, el interrogante central es como y a que ritmo se propagará el enfriamiento al conjunto de la economía mundial. Por ejemplo como afectará a los precios de las materias primas, en primer lugar el del petróleo, empujado hacia arriba por el proceso de reducción de reservas [la cercanía de la cima productiva global] y presionado hacia abajo por la desaceleración de los grandes sistemas industriales. ¿Afrontaremos pronto una recesión con caída general de precios o bien una combinación de recesión e inflación parecida a la estanflación de los años 1970?. ¿Asistiremos a grandes contracciones de negocios financieros o a su combinación con nuevos brotes especulativos [por ejemplo euforias en los mercados de