SURCO ADENTROTenue hilván en la mirada
con el palpito anidado
entre la piel que enciende
florecida de sus tramas.
Es la soledad en halitos
de abiertos surcos tan intensos
cuando encausa por las venas
claroscuras, sorprendidas,
que suspenden sus destellos
entre ecos de vigilias.
Es un pálpito tan solo en silencios
y de rondas con suspiros
que se visten como velas
con sus mostos de humedad
en tiernas lluvias
mas allá su frágil flora entumecida.
Su transcurso por mareas
abren soledades que destiñen
recorridas con tañidos entre surcos
de sus brisas deshojadas.
Es entonces un testigo de sequías
a esculpidos de abandonos
entre tiempos que titilan
de sus solas cercanías.
Son momentos que no añoran
de la espera en esperanzas
y reclaman de temblores
persistentes de ecos duros.
Son los tiempos estos de historia
hoy por tramas en neones
sin vaciarse de vacíos
y que prenden por los campos
sin la luz de una raíz
a vela por las luces contraídas.
Es la soledad hoy día un aposento despojado
con los vientos de hoy ya tenues,
anegando por las ruinas
de los ruidos y codicias de las iras
en sus timbres con los sones
a los ecos de tambores en temores.
Nuestros surco desde adentro
es hoy la soledad sin las mareas,
y abrirá tan pronto en toda hora
entre los tiempos, luego
renovando los suspiros
en caminos de los vientos.
ZAPPING Por la noche en queda
viste de precariedad
el rostro
y su irresolución.
Sobre ecos suspendidos
se reciben las penumbras
y el temor de acosos
por olvidos desde el alma
se despliegan.
La mirada del perfil
se hace a oídos
de la frente con sudor
en compañía a un cuarto oscuro.
Abren desde este
los vacíos,
con la ronda de la ronda
para un mismo cuarto,
para misma oscuridad.
Al paciente,
se provoca ,ahí,
y por sus ojos desprendiendo
cara incierta
se urge todo a la memoria.
Es el zapping.
Largo , corto,
y de la mano que la inculca
hacia la culpa en un grabado
con tejido en hebras
inventadas, esculpidas
sin los hechos,
desprendiendo de su identidad,
el tiempo ya vivido.
Paso a paso
de un segundo
con sonido primitivo
el paciente balbucea,
en algún orden las palabras
que retumban
cuando borra la memoria
de la frente y del perfil
con las historias.
Y teje cuentos
al cimbrado de las sombras.
Entre golpes,
el cansancio sin dormir
se hilvana
y cuelga de las barras.
El desorden de algún agua
entre su gota
se golpea fija al punto mismo
en la cabeza con el son,
consecutivo del segundo mismo,
sin espacio.
El minuto
que recién se agota
entra por luces,
de tan frente
como cerca y de tan lejos
de esa mano,
sin vestido en rostros
con un rostro identificado
y algún brazo desvestido.
El paciente
abraza su clamor
con llamas de dolor
y al golpe de la vida
que se vierte,
entra en sombra
por la espalda.
Fin del zapping.
DAWSON Hermético peñón
a la memoria avasallada
del temor en tundra
y prisionero
entre los pasos
con la historia
de la vida desechada.
Alambrados campos
marchitaban los transcursos
de esta isla,
desolada en gestos mudos
palpitada por los golpes
entre ritos de una marcha
dentro el tiempo detenido.
Peñón-isla
de un temblor isleño
que se oscila por los gritos
y distancias
levantando surcos,
desprendiendo los caminos.
De tu tierra se esculpieron
sin espacios en la huella,
los encierros.
Del dolor giraba todo
al viento, con entierros
en arenas, esparcidas
de sequías.
Fueron tiempos
del agobio irreversible
con un toque y queda
en la candencia
de una esquirla.
Ya implantada
se incrustaba,
cuidadosa en su destino,
meditado,
para ajenas trizaduras,
y la piel en gota a gota
por el cuerpo.
A mareas
congregaron todo el hielo
y esta tundra,
Dawson, con su día a día
se obligaba entre la sombra
en claustro, sin salidas.
Al dolor prendieron
por extremos y al silencio,
en montoneras.
Acosaban a raudales
unos fríos que trizaban
con los hielos, y entre hojas,
no movían, el encierro.
Isla desde el ojo
en la vigilia de las hojas
y el