El frío del aire acondicionado la despierta, con el tiempo que lleva viviendo en Estados Unidos la jutiapaneca no se acostumbra a esa sofisticada herramienta del acomodado estilo de vida en su país de residencia, qué va en su natal Jalpatagua la noches de verano se sudan entre mosquitos y zancudos, el cielo estrellado pareciera que se posa sobre las ventanas como a mirar pa´dentro en la penumbra de la oscuridad, como investigando de qué está hecha la llama de la luz del candil, como intentando descifrar por qué en las cocinas siempre hay rescoldo en el polletón.
En su natal Jalpatagua las hamacas abundan en cada corredor, la lluvia se desliza sobre las tejas y las paredes de adobe cuando el invierno asoma, las camas son de tablas y cuero, las sábanas que de lino no tienen nada, las almohadas las hacen de ropa vieja y las sobre fundas las decoran con bordados en cruceta o en crochet.
La Martina se observa desnuda entrelazada con el griego nadador en el compacto espacio de una poltrona. Trata de desatar el nudo que han formado entre ambos cuerpos, ¿y si es nudo ciego? ¿Nudo corredizo? ¿Nudo de gaza? Lo peor sería estar enmarañados en un nudo ciego, el nudo corredizo solo los haría estar soba que soba sin poder desatarlo y entre la sobadera seguro les sube la temperatura corporal y la Martina no anda termómetro para medir fiebres, como para saber si es soco ó moquillo como el de las gallinas.
Finalmente logra salir de aquel espiral humano, del espiral café con leche que forman las dos pieles, de la espiral color yegua parda. La del nadador es blanca como la leche recién ordeñada en invierno cuando no le da el sol y en verano luce como madera de pino recién barnizada, la de ella en cambio una misma tonalidad todo el tiempo oscura como el café de máiz tostado en comal de barro.
Entumecida pero boyante camina hacia la ventana donde la sorprende el lago desnudo un grupo de pescadores y la mañana soleada. Observa al nadador que enrollado en una especie de caracol aun duerme. Ahí está como caña de azúcar recién exprimida, en calidad de bulto, como el despojo de una noche de pasión, como alborada de un amante que pasó la noche en vela.
La Martina que nunca había andado en pampa en casa ajena observa en el espejo del baño su cuerpo desnudo y lo atrevida que los años la han vuelto. Por el contrario de su casa en Jalpatagua en la cabaña del griego hay regadera y bañera, agua tibia, caliente y fría. Jabones italianos con esencia de rosas, otros de leche de cabra y los de lavanda. Toallas en lugar pashtes. Y sales aromáticas. Pared de mármol y varias velas con aromas de campo. En su pueblo natal se iba a bañar al río Las Pilas, utilizaba inodoro de pozo ciego y pashte de costal, jabón de aceituno ó de coche y una toalla Hilasal con la que se secaban todos en su casa. Para cuando subían al pueblo una vez al mes a comprar costilla para caldo de res si la venta de marquesote era buena, el deleite era el chapuzón en las Cuevas de Andá Mirá.
Martina se embelesa con las burbujas de jabón griego, de pronto el moribundo que yacía minutos atrás en la poltrona ha revivido y entra con dos tazas de café con leche, jugo de naranja y rodajas de pan tostado con jalea de arándanos, pero solo para enseñarle el desayuno porque le avisa que en cinco minutos la quiere fuera de aquel paraíso de espuma agua y jabón. En tres la Martina está fuera pero no para comer el desayuno si no para medirle la fiebre de pollo al nadador con cuerpo de amante amanecido en fiesta de tres días. Con el único método que conoce, tocándolo por aquí y por allá.
Hasta que se percata que el salvavidas tiene más de un corazón porque por donde lo toca siente un órgano palpitante. Asustada no le queda de otra que revisar al anormal palmo a palmo sutil y delicadamente hasta que da con el centro de universo, a modo de vaquera campesina se lanza sobre el animal lo lleva hacia la cama y sobre las sábanas de lino blanco y plumas de ganso se desata una lucha que dura una infinidad hasta que logra dominarlo por completo sin silla y sin aparejo, a puro pelo, ¡como en su pueblo! Ya amansado lo deja ahí sin rienda ni correa, libre y sosegado más aguambado que cuando lo encontró. Con una seña de cejas le indica que es tiempo de salir a encontrarse con la vida veraniega del pueblo, In five minutes we are leaving le indica con voz de llanera solitaria cosa que termina de despertar al recién sosegado no sea y a la jinete le dé por practicar la equitación de por vida.
El sol del medio día y la bullaranga en las calles los termina de despertar caminan con dirección al lago donde suben a un bote rápido que lo de rápido es solo para enganchar a la gente porque es más lento que las camionetas que suben por la cuesta de la Conora, la Martina le cuenta que la última que se trepó en un bote fue en un bote de basura que les servía para componer las tejas quebradas del techo de su casa y él en un bote-canoa para pescar.
La abraza encantado con la morena color cáscara de encino sazona que lo tiene atolondrado más bobo que de costumbre más asoleado que cuando se bronceada en su isla natal. Ella nada en pampa en el océano de sus ojos azules en las profundidades del alma griega que la ha enamorado. En los sillones de atrás de incognitos van Cupido, Eros y Afrodita se quedaron dormidos y no se dieron cuenta cuando el par salió, así que tuvieron que andarse a pata el centro del pueblo en busca de la pareja café con leche hasta que dieron con ellos cuando los pasmados subían al bote rápido solo de fachada.
Por dormir más de la cuenta se perdieron la forma en que la Martina domó al potro salvaje. Pero el trío ya ha maquinado un plan que no fallará, en el camino mientras buscaban a la pareja en calles veredas y tiendas, se encontraron con izotes en flor, a Afrodita se le alumbró el foco y preguntó a Eros que si podría realizar un acto de magia tipo alquimista, el fanfarrón para no quedar mal aceptó aunque tuvo que darle mordida a Cupido para que éste lo realizara en su nombre, Cupido entró en el hipocampo de la Martina y sacó un lápiz borrador y una calculadora científica caminó entre las conexiones sinápticas y las neuronas y finalmente realizó un chapuz donde recodificó y almacenó alfabéticamente los recuerdos de la Martina. Tirando una moneda al aire con cara y escudo reordenó la memoria a corto, mediano y largo plazo y las asoció con imágenes recientes.
De modo que cuando la Martina y el pasmado bajaron del bote ella observó los mismos izotes que minutos antes se había encontrado el trío locuaz. La Martina al ver los izotes en flor no pudo evitar recordar su infancia en su natal Jalpatagua y el paladar le dio el aviso que si no las comía se le caería la cría.
Corrió hasta tenerlas enfrente mandó al asoleado a comprar cualquier bobería para que le dieran una bolsa plástica y poder esconderlas al momento de cortarlas. Mientras tanto la llanera solitaria maquinaba de qué manera las cortaría y en qué momento zamparían la carrera despepitados para alejarse del lugar antes que les cayera encima la policía.
Lo que menos necesitaba la Martina era ir a la cárcel por cortar una flor comestible en su país. Así que en cuanto tuvo oportunidad y la callé se quedó solitaria por unos instantes cortó las flores y las metió dentro de la bolsa que consiguió el nadador. Al tenerlas a salvo corrieron sin parar hasta que les dio el aliento y se sintieron a salvo.
Afrodita sigue maquinando bueno sería si Eros le demuestra que es un mago consumado y que no solo sirve para andar traideando diosas griegas y romanas lo puso a prueba una vez más, le encomendó hacer aparecer palos de flor de pito y si lo lograba tendría una noche inolvidable con ella.
Eros la pensó dos veces porque en Wisconsin hay pinos hembras machos, encinos, conacastes pero no palos de jiote. Le tocó darle pago doble y ofrecerle un mes libre a Cupido con tal de quedar bien con Afrodita que era la única diosa que se había resistido a sus encantos de galán por fin la tendría atrapada en sus redes de pescador consumado.
Mientras la Martina y Argus el ex potro salvaje, caminan entre tiendas ya avenidas Cupido comienza a hacer aparecer los palos de flor de pito justo al final de la calle done está ubicada la cabaña del griego. Para cuando el par va de regreso con la compra para la cena la tiznada de la Martina divisa la flor que lleva años añorando al igual que la de los chaparrones y la del chipilín. La flor de pito la saluda al final de calle y la jutiapaneca corre despavorida a su reencuentro en las mismas se trepa al árbol y el pasmado la espera en tierra firme recogiendo los cogollos que la salvaje le avienta desde las alturas.
El trío locuaz ríe esperando ver el desenlace de la velada. Ya en la cabaña la Martina mientras limpia las flores manda al aguambado a buscar pepitoria ó semilla de ayote con cáscara. El pobre hombre tiene que manejar hasta el pueblo vecino en donde sí hay tiendas mexicanas ahí pregunta por pumpkin seeds la Martina le ha prometido que la cena será un manjar de su pueblo natal. El tipo se inspira y pasa comprando dos botellas de champán y chocolates rumanos. Afrodita se percata que la revoltura de chocolates con el iguaste de la Martina no será buena combinación y manda a Eros a esconderlos pero éste se los atipuja de una sentada. La Martina sirve la cena: flor de izote y de pito en iguaste, Argus sirve el champán y el pan tostado aunque la Martina hubiese querido acompañar aquel manjar con pistones tostados en el rescoldo del polletón.
Por su parte a Eros el extraño movimiento de intestinos le avisa que pronto tendrá que correr para la puerta de emergencia ó lanzarse desde la ventana.
La combinación de izote y pito crea un efecto afrodisiaco en los comensales y el aire acondicionado por alguna extraña razón comienza a entibiarse. En las vigas del techo se esconden Afrodita, Cupido y Eros esperando ver al par derrochar amor.
Argus de pronto se ha sentido un tipo seductor, se levanta en busca de los chocolates pero no los encuentra seguramente los ha olvidado en la tienda piensa, y regresa a la mesa donde destapa la segunda botella de champán.
A todas estas Eros siente una especie de aire huracanado salir de su cuerpo la fuerza que lleva bota a Cupido y a Afrodita ambos caen sobre una de las hornillas aun tibias de la estufa en las mismas se levantan y saltan hacia el suelo con la cola chamuscada, atrás viene cayendo Eros a él también lo ha lanzado de su lugar el ventarrón tipo tornado que se ha escapado de sus intestinos.
Un retorcijón lo dobla de pies a cabeza y ante el asombro del resto del trío le toca confesar que se ha comido por completo la bolsa de chocolates. Afrodita como la gran chucha no sólo porque se enfermará de la timba y a ella le tocará cuidarlo si no más bien porque se perderá el momento cuando Argus le pida a la Martina que vivan juntos.
Argus aparte de nadador salió pianista, la Martina observa encantada la forma en que los dedos del músico se deslizan entre teclas negras y blancas en la misma forma, ritmo y la suavidad con que la acaricia a ella.
La media noche silenciosa ha llegado y las estrellas nuevamente alumbran el cielo desnudo de verano, Argus se toma el último trago de la copa y comienza a desnudarse lentamente frente a la tiznada que disfruta del espectáculo, al griego le ha nacido el instinto de striptease de los que se desnudan sin música porque la llevan dentro de su propio cuerpo, la Martina lo motiva con las palmas y con la baba que se le cae de la boca.
Ha quedado descubierta la espalda marcada entre músculos fuertes y pecas disfrazadas de medias lunas, las abdominales de nadador veterano, la toma entre sus brazos y la desviste sin tocarla con sus manos, todo movimiento es lento solamente de labios los cuales desatan los tirantes del vestido azul teal que cubre el cuerpo de la asoleada.
Han quedado expuestas las dos cúspides color tierra mojada tan redondas como la vuelta del centavo que conduce hacia Jalpatagua, así mismo la cintura de gallina del país y las caderas de yegua fina, los pies planos y los muslos de campesina.
La invita a bailar con la música que produzcan sus cuerpos al rozarse con el sonido de sus corazones palpitantes y con la Sonata Claro de Luna que tocarán las estrellas posadas sobre la ventana.
La besa con suavidad y le propone vivir juntos. Mudarse a Wisconsin a esa cabaña ó vivir en su condominio en la ciudad, empezar una vida juntos en cualquier lugar. Ella acaricia sus cabellos con ternura y le sugiere vivir esa noche y no planificar. Se acuestan entre las sábanas de lino y plumas de ganso, abrazados caen en el sueño profundo de quien se atreve a amar. La madrugada descansa pronto amanecerá.
* Ilka Ibonette Oliva Corado es escritora guatemalteca residente en Chigado
28/08/12
CÁNDIDO AMOR. Por Ilka Oliva*
Amanece, es una cálida mañana de agosto los finos rayos de sol se filtran por las rendijas de la ventana, Carissa voltea y ve a Ipek profundamente dormida abrazada a su cuerpo. Observa detenidamente cada centímetro de su piel, el color de sus cabellos y la respira inhala su pudor, su timidez, su olor, con ternura acaricia su rostro; sus cejas perfectamente delineadas, su nariz respingada y sus labios finos y delgados que horas atrás besó con pasión, se detiene en la barbilla y se acerca tiene deseos de besarla nuevamente pero se detiene no quiere despertarla, quiere contemplar unos instantes más a su Diosa Egipcia.
Se arropa con la piel desnuda de Ipek, el bochorno del verano comienza a fugarse y Carissa se sumerge de nueva cuenta en la humedad de las sábanas. Besa los pies de su amada sube lentamente hasta sus muslos, acaricia palmo a palmo sus piernas finas y delgadas, se extravía en su torso firme y nada en el mar de su espalda desnuda y bronceada. La luz del sol le canta a la mañana de agosto y la humedad de la habitación entibia las sábanas.
Observa dormir a su Diosa Egipcia que respira lento y pausado, su espalda desnuda es su cárcel y su desasosiego, es su perdición, cada centímetro de su piel la lleva el borde de la locura. Acaricia su cuello y sus senos desnudos y despiertos los pezones que piden más fricción más deseo más pasión se entrega de nuevo al cuerpo de Ipek la joven egipcia que conoció en una exposición de arte hace algunos inviernos.
Carissa llegó a la exposición de arte con quien era su pareja en ese tiempo un pintor de origen hindú, un bohemio enamorado de la vida del vino y de las mujeres. Conocía el ambiente y a las amistades de su compañero de cama tanto como a sus amigas fugaces, ella no era la única con quien compartía los placeres de habitación. En cambio él era su oxígeno y su razón de vivir.
Perdidamente enamorada del pintor más famoso de la exposición Carissa conoció un sentimiento diferente cuando vio por primera vez a Ipek, una entusiasta joven egipcia aprendiz de pintura en oleo supo -después cuando las presentaron-.
La contempló, estaba sentada sobre un sillón verde botella alejada del bullicio con una copa de vino en la mano observando un cuadro de pintura abstracta al que después ambas no pudieron encontrarle forma, ni sentido. Era una pintura del hindú que una amaba con locura y que la otra conocía apenas de nombre.
Después que uno de los organizadores de la exposición las presentó, ambas se sentaron en la comodidad del sillón verde botella, conversaron durante el resto de la velada, Carissa se olvidó por primera vez de vigilar al hombre que la engañaba con cuanta mujer cruzaba en su camino, el color de ojos de la joven le llamó la atención, la profundidad de su mirada y la desnudez de su alma que salía tímida cada vez que sus miradas se cruzaban de frente, algo tenía Ipek que la hacía sentir desahogada, tranquila y relajada.
La confianza nació inmediatamente durante aquella velada, se compartieron los números telefónicos y los días que siguieron se comunicaban con llamadas, mensajes de texto y salidas al cine, a tomar café, a caminar en las noches de luna ó a patinar en la pista de la orilla del lago que embellecía la ciudad.
Ipek veía en Carissa a una mujer insegura de sí misma, perdida de un amor enfermizo por un hombre que si bien estaba con ella también tenía otros deslices, un hombre al que Ipek le conoció más de una chica de compañía, hábiles amigas de alcoba y romances de medio día. Veía en Carissa a una mujer de mirada triste y taciturna, a un ser que poco a poco estaba cavando su tumba, resignada a un amor que la encarcelaba.
Una noche de verano al salir del cine fueron hasta el apartamento de Carissa, no estaba el amor hindú como solía suceder la mayoría de noches de la semana, encendieron unas velas, abrieron una botella de vino y se sentaron a disfrutar los últimos minutos de la noche, con una segunda botella le dieron la bienvenida a la madrugada, amanecieron abrazadas sobre un sofá de la sala.
Esa mañana Carissa terminó su relación con el pintor hindú y se liberó del amor enfermizo que la estaba convirtiendo en rastrojo. Los días siguientes Ipek se convirtió en la visita regular de las noches de verano, leían novelas de Corín Tellado, de Matilde Fournier y escuchaban música de Vivaldi. Las noches se les pasaban en instantes, una pintaba en oleo y la otra la fotografiaba, Carissa era fotógrafa del Periódico El Eco de la Ciudad y también hacía trabajos especiales para pequeños reportajes de una revista de urbanidad, Ipek modelaba su dorso desnudo para el lente de la mujer que le llenaba los días de alegría y las noches de un extraño placer.
El verano comenzó su lenta retirada y en una de las tantas noches de lecturas, pinturas y fotografías en blanco y negro, en aquel apartamento entró por la ventana el escurridizo amor junto al deseo y la ternura. Ambas no pudieron contenerse a la fuerza de un sentimiento que había nacido desde el día en que se conocieron, que silencioso la unía más, y sus ropas cayeron lentamente sobre la alfombra, sus labios se juntaron en besos suaves, sus pieles finalmente se encontraron, desnudas disfrutaron la belleza de la otra, las miradas se encontraron de frente y las manos se perdieron entre los cuerpos sedientos de caricias.
Carissa sintió una tibieza desconocida humedecer el centro de su cuerpo, su piel vibraba como nunca antes, Ipek bebió el manjar que emanaba de aquella oquedad sagrada y lo succionó con tal sabiduría hasta que escuchó a Carissa perderse en un espasmo explosivo de plenitud.
* Ilka Oliva es escritora guatemalteca
18/08/12
SOCCER GIRLS. Por Ilka Oliva*
Hace unas semanas un amigo chileno, me hizo escribirle un correo electrónico que parecía testamento. Anonadado quería que le explicara mi pasión por el balompié. No lo creía. No creía que una mujer pudiera ser ferviente de un deporte tan brusco y de tanto roce como lo es el fútbol. Es pasión suya también. Pero en un varón es normal, anormal sería que no le gustara. Como anormal es que sí le guste a una hembra el juego de pelota.
Te estereotipan. –Cosa que a mí me pela los dientes-. Y vos te preguntarás, ¿y a la Ilka qué le picó hoy para hablar de pelota? Pues ciertamente no me pica nada, ah bien las piernas porque me comieron los zancudos hace dos días. Aparte de eso nada en particular. En otros tiempos hubiera dicho que los piojos pero desde que mi mamá me bañó con Fodidol y Gamezan diría que estoy limpia, salvo de la mugre. Ahorita vas a decir vos, “ya anda por las ramas otra vez y no entra en materia, ¡sacá fibra Ilka”, va pues le voy a picar. Hoy se realiza el juego de la final de fútbol femenino, Japón vrs. Estados Unidos en esta fiesta de los Juegos Olímpicos.
Quién diría que esa pasión entraría en las venas de las mujeres. Mientras que el balompié masculino se implementó como deporte olímpico en 1900, -aunque se cree que hubo un juego de demostración en la edición de 1896- en el caso de fútbol femenino sería hasta 1996 en la edición de Atlanta. Apenas 16 años atrás, 96 años después que el de los varones.
Siendo el primer Mundial Femenino en 1991, en aquel entonces se dudaba de la consistencia y resistencia física de las atletas, que la FIFA decidió organizar los juegos de 80 minutos, dos tiempos de 40.
Pero, ¿desde cuándo las mujeres jugamos al fútbol? Se dice que en el siglo XII lo practicaban algunas cuantas mujeres en Francia y Escocia. En 1863 cambiaron algunas normas del deporte para que pudieran participar mujeres, registrándose el primer partido en 1892 en Escocia.
La heroína e impulsora Nettie Honeyball, una activista pro derechos de la mujer, fundó el primer deportivo llamado British Ladies Softball Club, era una forma de demostrar la emancipación de la mujer que en aquel tiempo se excluía de toda actividad deportiva –y de todo-.
En La Primera Guerra Mundial el balompié femenino toma auge, debido a que la mujer tomó un papel mucho más activo en la sociedad y la fuerza laboral –muy parecido a lo que sucedió con el béisbol en Estados Unidos, que después a no sé quién se le ocurrió crear para las mujeres el softball porque es mucho menos agresivo que el béis… según ellos va, pero ese ya es otro paisaje- se crearon equipos y ligas.
Sin embargo al final de la guerra, la Asociación de Fútbol de Inglaterra no reconoció el fútbol femenino, las mujeres se vieron obligadas a crear la English Ladies Football Association.
Hablando puramente de Guatemala, La Liga Femenina e Fútbol fue fundada en 1997 y puedo decir orgullosamente que fui parte de esa primera brecha jugué con el equipo América, desempeñando el puesto de puntera derecha. De ahí para acá ha llovido, pero también se han logrado avances. Aun sin el apoyo de la FEDEFUT se sigue en la lucha de llevar el balompié a los rincones más olvidados del país, se me llena el alma de alegría cuando veo patojas jugando la pasión de mis pasiones, la única que me hace hervir la sangre y llorar de la emoción.
No me he de morir sin que vean mis ojos a Guatemala en un Mundial Femenino, y recordar a la gran Magnolia Pérez, la mujer que en lugar del pegarle al balón lo acaricia, es una pionera al igual a todas las que conformamos aquella primera Liga Femenina.
No me he de morir sin que vean mis ojos a niñas de las partes más olvidadas del mundo practicando balompié, el deporte de hombres y mujeres porque así lo decidimos nosotras sin discriminación y exclusión, como cualquier otra disciplina deportiva.
No me he de petatear sin que mis ojos vean a las mujeres de países islámicos jugando sin la imposición del hijab en competencias internacionales, disfrutando de la maravilla del fútbol como cualquier otra mujer del planeta. Quiero ver a las mujeres de los pueblos originarios también corriendo tras un balón, dominándolo como lo hacen las bellezas Aymara en Bolivia.
Bellezas como Martha de Brasil, Mía Hamm de Estados Unidos, Sawa de Japón, y la Martina del Quiché que me ha inspirado tanto.
Hoy se disputa la final de fútbol femenino, esto no hubiera sido posible sin el valor y coraje de nuestras ancestras que se atrevieron a luchar contra la exclusión de la mujer en el deporte, y en una disciplina tan predominantemente masculina como lo es el “soccer”.
Como una remembranza a todas aquellas atletas judías que murieron en el Holocausto y nos dejaron de aprendizaje amar la pasión que nos corre por las venas hasta el último día de nuestra existencia , a ellas a sus memorias y a su valor dedico mi nota de hoy.
Y a las generaciones futuras que seguirán conquistando espacios.
* Ilka Ibonette Oliva Corado es escritora guatemalteca. Vive en Chicago.
09/08/2012 Estados Unidos.
ERICK BARRONDO. Escribe Ilka Oliva en el mes del jocote de corona y de Erick Barrondo*
Erick Barrondo, el mito. ¿Vos te recordás de aquella canción que dice, “¿dónde te agarró el temblor? Pues recordaremos en Guatemala, en dónde estábamos el día y la hora en que Erick Barrondo ganó la medalla de plata en los Olímpicos. Su nombre y su historia recorrerá la nación y atravesará las barreras del tiempo, será contada de boca en boca, en las calles y avenidas, en los puestos del mercado y en oficinas. Se convertirá en un mito.
Hoy es un medallista el primero de la historia del país en Olímpicos. Mañana su nombre será una moda que utilizarán muy bien aquellas marcas de mercadeo para anuncios publicitarios, se colgarán el triunfo gente del C.O.G. y de la C.D.A.G. y hasta el propio presidente se creerá ser parte del triunfo del patojo.
Para nada de eso es ni será cierto, porque el esfuerzo es de Erick, la medalla es suya de nadie más y la gloria también. Aquí gente que venga a lucirse con sombrero ajeno sobra, y quienes quieran colgarse la medalla también.
Pero nadie saldrá frente a las cámaras de televisión a decir que, es un atleta abandonado por las autoridades deportivas, un patojo que vive en la miseria económica, que es un ishto que ha sido humillado por su condición de etnia, y que el propio Comité Olímpico le negó retornar a su pueblo natal como un campeón cuando ganó la medalla de oro en Panamericanos. De eso nadie hablará.
Tampoco saldrá ningún licenciadete de tacuche planchado a decir que, de nadie más es la medalla si no suya y de su núcleo familiar. Porque ni la federación de atletismo se atrevió a verlo a los ojos, mucho menos el nido de ratas que conforman el Comité Olímpico Guatemalteco – ¡precedido por un general háganme el favor!
No, nadie dirá que, el patojo caminaba veinte kilómetros para poder llegar a Cobán a su entreno y de regreso caminaba los mismos veinte kilómetros, cuarenta en total más los del entreno, porque ninguna autoridad deportiva pudo ayudar económicamente para su preparación.
Ningún encopetado dirá que, en las escuelas no existen las clases de Educación Física si no en algunas una vez por semana y con la suerte de que las maestras de grado utilicen el periódico para realizar trabajos de otras materias, que se carece de recursos materiales, de espacios y tiempo para crear en las/los alumnas/os el hábito de la actividad física.
No dirán que, las pocas instalaciones deportivas en los departamentos – inexistentes en municipios- se encuentran en condiciones deplorables, que se carece de semilleros. Nadie dirá qué, la bandera ondeó gracias a un niño de los muchos a los que el ejército les eliminó la familia, y a los que también querían exterminar por su condición de etnia.
Guatemala se viste de gala, sí. Pero gracias al esfuerzo personal de un patojo indígena de pies descalzos que se atrevió a soñar y que al igual que don Teodoro Palacios Flores y don Doroteo Guamuch, se sacudieron la maldición de malinche y salieron a echar punta, con la frente en alto, a conquistar lo que de sobra les pertenecía.
Celebramos como pueblo sí, -ahora sí- intentaremos tomarnos una foto con el patojo sí seguramente, pero que no se olvide que como él hay miles, en la miseria económica, con sueños e ilusiones, que solo necesitan de una oportunidad. Que como Erick hay crías que vienen creciendo sin recursos, con hambre, totalmente olvidadas por una sociedad racista y un pueblo egoísta.
Siempre lo dije y si un hombre para abanderado de la delegación guatemalteca querían allí estaba Erick Barrondo, pero no se la dieron porque no era alto, de ojitos claros, canchito y de apellido extranjero, allí está que un indígena de pies descalzos nos dio la medalla, que esto nos enseñe que, con nuestras pluriculturas, plurilenguas y multiétnias somos un país con diverso y eso nos engrandece.
Ojalá y el Comité Olímpico en esta ocasión no tenga la osadía de negarle el recibimiento como lo que es, un campeón y que aparte del aplauso, las fotos y las casacas de chuchos viejos, se le brinde una pensión vitalicia, se le asigne una beca para que siga estudiando y en el futuro se le tome en cuenta para ocupar un puesto en una federación en donde se aproveche su capacidad, conocimiento y experiencia para formar más atletas.
Y dejando las generalidades, la emoción y euforia por la medalla, hay que recalcar en específico el extraordinario aporte que han dado su padre y su madre, al apoyarlo. Ninguna persona es, “completa” –dejando a un lado los rollos de psicología- sin el apoyo emocional y espiritual de quienes le dieron la vida.
Si quien se atreviera a parir se diera cuenta que no es solo soplar y hacer botellas de engendrar y criar, que las crías no son para descargar frustraciones…
Erick no hubiese tocado el cielo con las manos, si su padre y madre no lo hubiesen apoyado, así es que la gloria sea para ellos que “corrieron” a su lado desde que él decidió entrar en el sacrificado mundo del deporte.
La gloria ha llegado a la aldea Chuyuc en San Cristóbal, Alta Verapaz y la llevó Erick Barrondo. Gracias Erick por compartir tu medalla con este país de racistas y clasistas que te ignoraron y humillaron, vos sin embargo en tu humildad nos has permitido tocar tu medalla y dedicarla a la patria que te vio nacer.
Sos un campeón, posiblemente serás una moda y te convertirás en un mito, tu nombre traspasará las barreras del tiempo, y tu aldea olvidada entre los montarrales, brillará como luz de candil en las Verapaces.
Chuyuc: en idioma Pocomam significa, tierra de barrancos. Desde ayer tierra de Erick Barrondo. Tal cual Quesada tierra de Pepe Milla y Amatitlán de doña María del Tránsito Barrios.
Pd: En espera de la participación de mis otras dos niñas, Jamy Franco y Mirna Ortiz.
* Ilka Ibonette Oliva Corado es escritora guatemalteca.
05/08/2012
LA SANGRE LLAMA. Por Ilka Oliva
Es tarde de verano calurosa y húmeda de brisa rala y seca. Tengo una michelada en la mano y he hecho más para quienes quieran meterse el pichel de jugo V8 condimentado, más las cervezas que invernan en el refrigerador.
Desplayada sobre la hamaca que guinda de dos ramas de Sauces, el olor de los tomates verdes del sembradillo en el jardín despierta mi nostalgia por la manos oscuras de mi Tatoj y las querencias al recordarlo sembrando en el jardín sus hierbas y sus cebollas. Silbando siempre silbando. Me levanto y camino hacia el sembradillo, hay sandías, chile dulce, güicoyes, fresas, milpa, cebollas, repollos, coliflores, berenjenas y el infaltable tomatal. Solo le falta la toma de agua a un costado para que sea un típico sembradillo zacapaneco.
No sé si es la michelada o es la añoranza, pero ese sembradillo me ha erizado la piel y aguado los ojos.
Los veranos, son tan distintos en tierra gringa como distinto es todo. De pronto quisiera evocar esos palos de almendros, los tamarindos y los cocales del Teculután de mi papa, las sandilleras y las tabacaleras con las enormes hojas verdes colgando secándose sobre los tapescos gigantes. Las matas de guineos y el jocote marañón. Los mangales.
La sangre llama dice mi Nanoj y la tierra también.
Las matas de hierbabuena tienen ese olor a menta incomparable, que impregnan todo el jardín. Estamos mi hermana y yo de paseo en casa de la prima. Recuerdo el día en que la conocí, hace ya más de un año.
Nos alistamos y salimos pué rumbo a la cita. Una semana antes mi hermana me había dicho que “apartá el sábado Negra que vas a ir a conocer a tu prima”, y así fue aparté ese sábado de invierno y llegado el día jalamos en busca de la mentada prima. Llegamos.
La prima: hija de la hermana mayor de mi Tatoj, una del puñado que parió mi tía Antonia.
Crecí escuchando a mi Nanoj decir que “la Evelyn es toda la cara de la Antonia, el modo de ser, hasta el de andar, es una Oliva completa, del Corado solo tiene el pelo colocho”. [La Evelyn es mi hermana-mamá]
Pero no tenía un punto de comparación, no crecimos con nadie de la retahíla Oliva alrededor como para ver si era cierto, [y hoy sí que ver va] y comprobar los comentarios de mi Nanoj que hicieron mella en nosotras como lo hace el cayo en el pie.
Y sí la Pelu es diferente, tiene ese aire de –caquera- elegancia mero extraño que no encaja en la crianza que tuvimos, era una niña vendedora de helados de canillas choreadas mera fifí, pero tiene solo es el aire menos mal, porque es de apariencia pero ya pasando la puerta del corredor agarra aviada y es más mica que las que hay en la Aurora.
La prima su esposo y sus crías recién llegados de Miami habían decidido cambiar de rumbo y vivir en Chicago, ese invierno al abrir la puerta del apartamento de mi tío me encontré con el fantasma de las palabras de mi madre, me tambaleé cuando la vi, sí mi madre tenía razón la Pelu es una Oliva en toda la extensión de la palabra.
Me quedé en la puerta, asoleada viendo cómo mi hermana la abrazaba y entonces comparé, la textura de las pieles, la forma de pararse de ambas, las miradas, la forma del rostro, la forma de hablar y ese aire de elegancia que nunca he visto en nadie más.
Se me aguaron los ojos y escuché la voz de mi Nanoj susurrándome, “la sangre llama” la abracé y en ese abrazo se vinieron a saludarme generaciones de familiares, ancestros y ancestras de la Palmilla de mi papá, esa familia que no conocí y la manada de primas y primos que aún no conozco.
Su voz, había algo en su voz indescriptible con ese acento del oriente que distinguís a kilómetros de distancia, esa mirada que llevaba esqueletos de caminos de amaneces y de inicios. Vi en sus ojos su infancia en Teculután y su presente en Estados Unidos. La abracé.
Mientras conversábamos yo preguntaba y preguntaba, que me contara de la familia de mi Tatoj, de nuestros tíos, de la tierra esa de donde viene mi raíz paterna.
A pesar de llevar más de veinte años viviendo en Estados Unidos, su esposo de Teculután también, las crías nacidas en tierra gringa. No pierden la esencia, el acento y la cultura del oriente zacapaneco.
Ese oriente del que no tengo muchos recuerdos, y que los pocos parecen nubes grises que las sopla viento llevando la tormenta a otro lado.
Voy por otra michelada, la casa de mi prima y su esposo tiene un patio enorme en donde les cabe una piscina armable, las matas de hierbabuena y el sembradillo, los árboles de sauce y un manzanal.
El olor a carne asada comienza a despertar el apetito de los comensales, las crías salen de la piscina, mi hermana y la prima están asando los últimos pedazos de carne. Las micheladas se han acabado. Comemos en el mentado deck que le dicen.
El aparato de sonido comienza a ronronear canciones de Los Tigres del Norte, entonces sucede… que mi hermana por primera vez en su vida no me busca para bailar las rancheras con ella, yo me quedo sentada en una de las sillas observando cómo se dirige en busca de mi prima mientras las veo bailar pienso, “la sangre llama” el mismo ritmo, el mismo paso… la misma sangre que por fin de reencuentra después de tantos años de camino, curiosamente en suelo extraño.
Me encanta escucharla hablar con ese acento zacapaneco, a su esposo contar sus aventuras de infancia en el río Motagua y a sus crías hablar en ese español sin acento, que piensan en Guatemala como la tierra de sus Tatas siendo Estados Unidos la de ellas.
Es cuatro de julio, es país está celebrando la independencia y nosotras… la llamada de la sangre.
*Ilka Ibonette Oliva Corado. Julio 25 de 2012. Estados Unidos.
NIA YOYIS SE UNE A LA MANIFESTACIÓN ESTUDIANTIL
Yo que tenía semanas de no saber nada de los huesos de nía Yoyis y mucho menos de sus carnes, atoles, tostadas, chuchitos, frescos y pishtones me vi en la tarea de buscarla en el Mundo Mágico del Jetabook y también por cielo mar y tierra, en el cielo: en las copas de los árboles de plumajillo y matasanos, en el mar en los alrededores del puerto de San José, y en la tierra en las laderas, arrabales y periferias en aquellas mal llamadas zonas rojas que conocemos como la palma de nuestras manos quienes nacemos y crecemos en los sótanos de las clases sociales, pero ni sus luces, ni sus cachas y mucho menos su corona de oro.
Le di la vuelta a la zona viva pensando que tal vez se le hubieran subido los humos y haciéndose pasar por fifí la encontraba vendiendo refas cerca del Camino Real, pero ni su sombra. De allí agarré a pata todo el bulevar de la zona quince pasé echándome la chamusca en los campos de fútbol y una nadada en las piscinas, e hice un out en un juego de softbol, más gateando que caminando llegué al hotel Quinta Real, craneando que la nía Yoyita estaría en la entrada ofreciendo fresco de tamarindo, atol de elote o sus famosas dobladas de loroco y los ticucos de flor de ayote, pero me equivoqué nía Yoyis no agarra para esos lares, porque lo único que le hacen esos carros de último modelo que entran y salen del mentado hotel es empolvarle la venta y en invierno encharcársela.
Pero yo sigo de necia, aquí muero por un mi shuco de los que ella prepara, al contrario encuentro venta hot dog que apenas tienen un panito todo raquítico –sin levadura- una salchicha –que no es Toledo- y si bien me va mostaza y salsa de tomate, a cinco dólares cada uno.
Digo de regreso en una burra de las que vienen de Jutiapa me apeyo en la esquina de La torre del Reformador, jalo para La Terminal procurando encontrármela cerca de la venta de flores o en el estacionamiento de las camionetas que van para Jalapa y Jutiapa pero la vieja de las refas de enfrente me avisa que la nía Yoyis lleva toda la semana sin asomarse por allí, dice que la vieron en las manifestaciones del estudiantado, que anda regalando refas porque es su forma de apoyar la injusticia que se está cometiendo reprimiendo la forma vital de expresión de la juventud que cree y defiende sus derechos.
Se me eriza la piel con la noticia, y mientras camino por el sector de las zapaterías y la repollera me la imagino cantando las letras de canciones rebeldes, gritando vítores y repartiendo frescos en bolsa, no me esperaba menos de ella es sin duda de las de la vieja guardia de las de siempre, de las que están a pesar de los pesares. Se me llenan los ojos de agua y no por el humo en la Avenida Bolívar si no de la pura emoción, paso cerca de la Súper Pan y me bajo con al salivazo un pastelito de fresas con no sé qué púchis.
En la parada de Pollo Campero pasa un cuate de infancia que en Peronia lustraba zapatos en el mercado y ahora anda en su picopito haciendo fletes, me encaramo en la palangana y me agarro hasta con las unas de la carrocería y jule hacia la Petapa, allá me bajo al pedalazo en la parada del periférico y lo despido con un ¡va pue oh! Aquel se regresa pa´ la Terminal veo cómo se aleja su jarrillita sacando humo negro. Camino en dirección a la USAC y veo a las señoras estiradas de la colonia metiendo sus carros a sus garajes arraladas por la bola de “bochincheros que no tienen nada qué hacer” así le escucho decir a una, yo llevo colgado del hombro mi morralito lleno de hojas de esperanza que machacadas sirven para empaste y ungüento, y hervidas en té con miel calman las desilusiones causadas por la represión policial, ando puestos mis tenis pa´salir hecha pistola por su la tira me quiere hacer bajado el morralito con mi armamento y también cargo un botecito con unos polvos mágicos que al esparcirlos al aire libre llenan el corazón de adrenalina ensanchan conciencia y despiertan las ganas de luchar.
Pero no funcionan con esbirros, genocidas y tiras, a ellos esos polvos no les hacen ni cuillo, para ese tipo de cascabeles, víboras, anacondas y corales un juicio justo y la cárcel es la mejor medida para sacarles el veneno, se curan con su propio antídoto y de no curarse se petatean que sería algo mucho mejor.
Acercándome a la entrada voy cuando veo a nía Yoyis en una esquina del lado del estudiantado encapuchado, allí está con un canasto y una hielera. La veo tirada en el suelo boca abajo con una mano cubriéndose la maceta y con la otra pasando los panes con frijol y huevos revueltos, allí van pues de mano en mano las tiras de pan se desaparecen en cuestión de segundos, mientras más me acerco el sudor de la tira antimotines me da en la losa como estocada de chara con tres día de goma y dos semanas sin bañarse. Por cantos de las paredes y cubriéndome la shola con las manos –como si esa fuera una gran ayuda va- logro atravesar el muro de policías y llego hasta donde está nía Yoyis que no mete mano en armas las botellas de gas, ni encenderle el fuego a las llantas pero les está alimentando la panza a las y los estudiantes que ¡con y sin capucha siguen en la lucha!, “mija qué hacés aquí vos asoleada te van a dar un tu garrotazo” son sus palabras de bienvenida, me tiro al suelo boca abajo y la abrazo tiene la cara tostada por el sol y su piel huele a masa y a humo de leña, su pelo amarillo y no por tinte si no por los años que lleva cocinando junto al fogón. Sus manos grietadas y ásperas, su piel surcada de arrugas, entrada en carnes y en edad, la veo es ella nía Yoyis la mujer que prepara las refas más deliciosas del Mágico Mundo del Jetabook.
A su edad, si el mundo fuera al derecho y no al revés, si la riqueza no fuera de unos cuantos, si la tierra no fuera saqueada, si la pobreza y la hambruna no fuera una realidad palpante, a su edad nía Yoyis ya estuviera jubilada y no andaría con el dolor de espalda, caminando encorvada con su canasto en la cabeza, la tinaja de agua en la cintura y buscándose el sustento en cada esquina de las calles de la capital, ella es como miles es el reflejo de la mayor parte de mujeres guatemaltecas que no tienen acceso a la educación, a la salud y el mínimo derecho “al delirio” –Eduardo Galeano-. Pero que se las espantan, inventando, trajineando el día a día, buscando el con qué de una manera digna y honrada. No puedo evitar emocionarme al verla allí tirada, participando con lo que tiene, con lo que está en sus posibilidades dar, con su cuerpo con su alma y con sus refas. Mientras la mara encapuchada lanza piedras a la tira anti motines, cantan canciones de los Guaraguao y la voz de nía Yoyis se une al , “adelante juventud siempre pa´lante, adelante juventud siempre pa´lante, unidos todos los hombros, haremos una muralla, fuerte como una montaña, mortal como una metralla, adelante juventud siempre pa´lante…”yo aprovecho apremiada con la euforia del momento a lanzar los polvos y a repartir las hojas de esperanza en el estudiantado, nía Yoyita termina su refa y salimos del lugar pasando sobre la banqueta viendo las llantas incendiadas y las camionetas atravesadas deteniendo el tráfico en La Petapa.
En la Bolívar la esperaba su esposo el zapatero con otro canasto lleno de panes con frijoles, chuchitos y bolsas de horchata en esta ocasión los tres nos dirigimos hacia el puente del Incienso en donde estaba el corazón de la manifestación de las normales. Una masa de estudiantes del Aqueche, -mí- Escuela Normal Central de Educación Física, Belén, Inca, Escuela Normal para Varones, cantaban a todo pulmón la canción que escribiera la chilena Violeta Parra, “¡Qué vivan los estudiantes jardín de las alegrías! Son aves que no se asustan de animal o policía, y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría… Me gustan los estudiantes cuando levantan el pecho cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho…”
Yo llevaba un costal con bolsas de agua y uno bananos y naranjas, las patojas y los patojos necesitarían hidratarse y también potasio por la tanta exposición al sol, empezamos a repartir y las bolsas de horchata, los chuchitos las frutas y las bolsas de agua pasaron de mano en mano, mientras se leían pancartas, se declamaban poemas de José Martí, se leían versos del Che Guevara y se manifestaba pacíficamente con el arte, la cultura y la educación como escudos. Yo no pude evitar llorar cuando vi a las patojas y patojos de la ENCEF, mi orgullo haber estudiado en esa escuela y ser Maestra de Educación Física egresada de una NORMAL. Todo iba bien hasta que llegaron los de la tira anti motines y comenzaron a reprimir y a intentar callar la voz de todo un conglomerado de estudiantes, intentaron robarle la libertad a la expresión y también intentaron vapulear a jovencitas y patojos que estaban allí manifestándose pacíficamente, entonces me vi en la obligación de pararme en uno de los barandales del puente y lanzar al viento lo último que me quedaba del polvo de la esperanza, aprovechando el ventarral lancé lo que me sobró del polvo de la empatía, deseando que lo llevara hacia los rincones de las más exclusivas áreas del país.
Minutos después comenzaron a llegar estudiantes de colegios privados, se unieron a la manifestación pacífica estudiantes de las universidades privadas, también las y los catedráticos, empresarios, finqueros, las y los vendedores de La Terminal, se vació completamente el centro comercial de Oakland, el Starbucks se quedó sin ni un alma, los cafetaleros y algodoneros dieron el día libre a las cosecheras y cosecheros, en las maquilas pagaron el día y dejaron a las empleadas unirse a la manifestación de sus hijas y de sus hijos. La avenida reforma se llenó de gente encopetada que detuvieron sus automóviles de último modelo, es su forma de protesta en apoyo al estudiantado de la misma forma en que lo hicieron con los sucedido con Barillas y la minería. De la misma forma en que se unieron a lo del Polochic, a lo de la marcha campesina.
Los bancos cerraron sus agencias y las y los trabajadores de unieron al desfile de gente manifestándose por la justicia y por la desaprobación de la represión policial contra el estudiantado. Los helipuertos cerraron, no se realizaron vuelos hacia Petén, TACA se unió a la manifestación y la Cervecería Gallo regaló gorras, playeras almuerzo de Pollo Campero al estudiantado en manifestación, también donó quince millones de quetzales para remodelación de pupitres, pizarrones y material educativo.
La avenida Bolívar, tanto como la Hincapié, la Atanasio, las Américas, la San Juan, la Martí, y la Roosevelt, se vieron atestadas de masa humana manifestándose en contra de la represión del gobierno y policial contra el estudiantado. La Fraternidad Cristiana, La Casa de Dios y la iglesia católica donaron los diezmos de todo un mes para implementar material educativo en las instalaciones del Belén, Inca y Aqueche.
Por su parte Banrural, Industrial, Agro y G&T donaron lo que cobran del uso de tarjetas de débito y crédito para construir más escuelas de primaria en los departamentos del país y proveer durante cinco años de refacciones y almuerzos al estudiantado.
La unidad hizo la fuerza, se puede ver manifestando tomados de la mano a, católicas, evangélicas, ateas, judías, musulmanas, homosexuales, metrosexuales, bisexuales, blancas, rojas, amarillas, negras, altas, bajas, flacas, verduleras, zapateras, doctoras, ingenieras, en un solo objetivo: pronunciarse ante la represión policial y de gobierno, por negarse el derecho a la libre expresión del pensamiento y la impunidad.
Pero esto solo sucede en el Mundo del Jetabook, inventaré una poción mágica que se pueda beber en el agua, la cerveza y la leche para que crías y adultos la puedan beber por igual y así podamos lograr convertir la utopía en realidad. Por el momento me voy a trabajar debo de apagar mi ordenadora y dejar dentro a nía Yoyis repartiendo sus refas en el ese lugar que sólo habita en mi imaginación.
Foto: Ilka Ibontte Oliva Corado.
GLOSARIO
Jetabook: facebook,
Jeta: boca
Atol, bebida caliente que puede hacerse de harinas, por ejemplo atol de elote se muele el elote tierno y se pone a hervir con azúcar y canela.
Tostadas, comida guatemalteca. Se trata de tortillas doradas en aceite. Se enfrían, luego se le puede echar encima salsa de tomate, guacamol, frijoles colados. Chuchitos, es una especie de tamal en miniatura
Frescos, aguas de frutas, una limonada es un fresco
Pishtones, tortillas más gruesas que lo normal, pertenecen al oriente del país
Plumajillo, es árbol
Cachas, intento, eg., “hizo las cachas y le dieron el trabajo”; “hizo las cachas pero ni con eso”.
Refas, refacciones, es lo que se come entre comidas. Abreviado es refa.
Chamusca, es un juego de pelota, de fútbol no oficial el que juegan los niños en la calle. En Chile, una pichanga.
Loroco, es flor de una hierba, en Guatemala se come esa flor.
Los ticucos, son tortillas que contienen frijol orégano y sal. Flor de ayote es la flor de la calabaza.
Shuco, pan con salchicha, o hot dog.
Púchis es una forma de expresión muy guatemalteca. ¡ah púchis yo no fui! ¡ah púchis se hicieron novios!
Picopito es un carro de palangana, pick up.
Jule ¡vamos! ¡jule al baile! nos vamos al baile!
Arraladas susto, espanto. ¡se arralaron cuando vieron que allí venía el jefe, se arralaron cuando oyeron ese grito en la noche!
Les hacen ni cuillo, no les da miedo, no les hacen nada. Aquel a mí ni cuillo me hace. Ni cuillo me hace saber que él es el jefe.
Se petatean morir. E.g., se petateó la señora. Se murió la señora.
Cubriéndose la maceta. Maceta es la cabeza. Me duele la maceta, me duele la cabeza.
Losa es rostro, me dio en el rostro, me dio en la losa. Como estocada de chara con tres días de goma. Chara es alguien que está borracho a morir, goma efecto después de la borrachera o de tomar alcohol en exceso, resaca.
La shola, cabeza, me duele la shola.
La mara, la gente, los muchachos, las muchachas.
Coloquialmente se refiere a un grupo de personas. Mis amigos son mi mara.
Nía Yoyis, es Niña Yoyis.
01/07/2012
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