A PROPÓSITO DE LA ELECCIÓN DE ALLENDE EN 1970 Extractos del libro de Sergio Vuskovic Rojo*, Ed. Colectivo Itinerante. Valparaíso 2003. La elección de Allende en 1970 [p. 60]
Ante todo él fue un visionario y un político moderno que comprendió el papel de los jóvenes en sus campañas. Era un integrador y promotor de iniciativas nuevas y capaz de sobrepasar las tradiciones antiguas y poco operantes, impulsando la formación de nueva gente que promoviesen estas originales tendencias. La modernización de la propaganda, el trabajo puerta a puerta, el acercarse a la gente, escucharlas y saber en el terreno de sus cuitas era una de sus actividades favoritas. Todo lo hizo en su campaña a Senador por la zona y lo reafirmó en sus candidaturas a la presidencia [p. 60]
Esperanza y utopía concreta [p. 36-38]
¿Qué fuerza empuja a los seres humanos, en el curso de su historia, a postular un cambio para mejor?
¿Qué los lleva a tener la esperanza de conseguir un plus de libertad acrecentada en los tiempos por venir?
La esperanza no sólo subsiste en cuanto respuesta a lo ya dado, o a lo existente y a la satisfacción inmediata de las necesidades o inquietudes, o en tanto estímulo al cambio, sino que pervive porque jamás se puede alcanzar su fin, ya que también siempre el objetivo alcanzado, nuevo existente, reclama otra vez la necesidad de su superación y así el infinito: es como el efecto horizonte, mientras más nos acercamos objetivamente a él, más se nos aleja; pero no por eso dejamos de acercarnos a él.
El carácter transformador de la esperanza es el principio de una teoría que no se resigna a ser mera exposición de lo actual, sino que también tiende a transformarlo para mejor y, por ende, la separación cristalizada entre futuro y pasado cae por sí misma: el futuro que no llegó a ser, que no devino, es visible en algunos rasgos del pasado y a su turno, el pasado, reivindicado y heredado, deviene visible en el porvenir que se vislumbra.
La función utópica, hoy día, no nace en un vacío histórico sino que halla su fuente en la persona que está perdida al emerger la sociedad de masas manipuladas o las involuciones burocráticas o el individuo preso del consumismo, que se retira a la vida privada, pero quedando siempre prisionero de sus solitarias angustias que le impiden abrirse a la esperanza y a la utopía, “por no entender qué es eso de esperar otro mundo de este mundo” [Gonzalo Rojas].
La función utópica coloca su centro de atracción en el corazón de la eticidad y de las pasiones del hombre, que el tema de su liberación hace explosivas. La subjetividad, los afectos, las emociones, pasan a jugar un rol insoslayable, por cuanto a pesar de estar alienados o manipulados, su propia estructura utópico-deseante tiende siempre por sobre recaídas y regresiones, hacia la exigencia de lo nuevo, hacia la posibilidad del otro, hacia la presencia de la diversidad. En suma, la utopía concreta es la participación en el respeto de las diferencias.
Ahora, cuando está tan de modo hablar de los desastres de las utopías, es necesario señalar que el peregrinar de la utopía continúa en un proceso dramático, abierto, que tiene lugar en la discontinuidad y siempre evoca lo que falta por alcanzar, sin esterilizarse en la eterna espera o en el viaje sin punto de llegada.
Pienso que estas son las raíces de estas tres utopías de nuestra época: la cristiana, la marxista y la laica, derivada esta ultima de la Revolución Norteamericana y de la Revolución Francesa.
Me parece que el fundamento de la utopía marciana se encuentra en la famosa e ignorada carta de Marx a Arnold Ruge, de septiembre de 1843:
“Aparecerá claro… cómo desde hace tiempo el mundo posea el sueño de una cosa – Traum von einer Sache, – de la cual no tiene más que poseer la conciencia, para tenerla realmente. Aparecerá claro que no se trata de tirar una línea recta entre pasado y futuro, sino de realizar los pensamientos del pasado”.
Y precisamente en este “realizar los pensamientos del pasado” ocupa un lugar relevante en el Chile de hoy, la recuperación de la tradición histórica de la izquierda nacional, de la cual fue un Adelantado ilustre el Presidente Allende. Tradición histórica que él encarnó estando siempre a un lado del conflicto social, en el lado de los trabajadores y de los condenados de la tierra, reclamando igualdad y justicia social y luchando por la superación del capitalismo. No será éste un régimen eterno ni será la última formación económico-social de la historia. La historia humana no tendrá fin.
El futuro no está necesariamente sólo delante de nosotros como algo que emerge de la nada grávida, sino que, como tendencia, reside también en el pasado y en el presente, pronto a saltar cuando se cumplirán todas las condiciones formales de su ser.
* Sergio Vuskovic, nació en Illapel en 1930. Es profesor de Castellano y Filosofía, autor de varios libros y artículos. El año 1952 conoció a Pablo Neruda y a Salvador Allende, en Valparaíso, en la Campaña Presidencial de ese año y mantuvo una amistad inalterable con ellos dos, hasta la muerte de ambos. Durante el gobierno del Presidente Salvador Allende fue alcalde de Valparaíso. Durante la dictadura, fue torturado en el buque escuela Esmeralda. Lo trasladaron a la isla Dawson, donde estuvo ocho meses. En total permaneció detenido tres años, incluyendo los campos de concentración de Puchuncaví y Ritoque. Durante los once años de su exilo fue profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Bolonia, Italia e impartió seminarios en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Actualmente se desempeña como profesor de filosofía en la Universidad de Valparaíso y de Playa Ancha, en la última de las cuales es director del Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano [CEPLA] y de la revista Cuadernos del Pensamiento Latinoamericano.
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